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13 noviembre, 2018

08 junio, 2014

PEDRO Y EL LOBO


La enésima vez que Pedro llegó al pueblo con el cuento del lobo, los vecinos ya no le creyeron. Se mofaron de él y algunos del fondo hasta le increparon y agredieron con piedras. Pedro se volvió al prado por donde había venido, a buen trote y sangrando de una ceja. Se quedó pensando bajo un manzano. Estaba dolido por el ridículo.

A la mañana siguiente el pueblo entero se reunió en la plaza con inédita urgencia. A uno le habían devorado dos ovejas, a otro seis gallinas, al molinero le habían desaparecido los asnos y a su vecino de enfrente le habían descuartizado la mula. Había uno al que los demás miraban con desdén, pues no le faltaban más que un par de azadones. Todos tenían un grito que lanzar al aire y rápidamente cundió el miedo y la ira en el pueblo.

Organizaron una partida para peinar la zona, armados con tridentes y antorchas, a la caza de lo que creían un lobo. Caminaron durante días, semanas, convencidos de la necesidad de acabar con el monstruo si querían recuperar su preciada paz de meseta. Algunos cayeron enfermos por el camino hasta que, por fin, un buen día lo encontraron.

Muy al revés de la imagen que de él había ido formándose a base de burdos rumores, el lobo vestía de traje y corbata. Llamaba insistentemente al timbre de una bonita casa de ladrillo rojo. Abrieron la puerta tres pequeños cerditos con sendos chándals a juego. Pedro sacó un folleto de su maletín y comenzó a recitar de memoria. Los vecinos aguardaban ocultos en el bosque, preparados ya para el ataque cuando los mellizos invitaron al lobo a tomar té.

Aquí un cuento se acaba y otro empieza. Cualquier posible relación es arbitraria.

Peter fue un niño toda su vida y vivió a lo Gatsby. Convivía con la polémica. Llegó a hacerse una película de dibujos animados, producida por la ex jefa de prensa del mismísimo Mr. Wolfgang, alias "el lobo", en la que se ilustraban los escarceos de Peter con la pedofilia y el tráfico de menores. Años más tarde un cable del CNI desvelaría cuantiosas pruebas de las relaciones entre Pedro y el Lobo. Cohecho, tráfico de influencias, tratos de favor… La popularidad de Peter cayó un 26% según las encuestas. Lástima que, por entonces, todos los delitos hubieran prescrito. No obstante, sufrió escraches.

Posteriormente, ante las cámaras de los grandes medios, Peter y el señor Wolfgang afirmarían con total rotundidad y desde atriles distintos que todo aquel complot mediático no era más que una burda y peligrosa mentira orquestada para acabar con ellos.

PUEDES


Puedes hablar de lo que echas de menos, de aquello a lo que aspiras, del color que más odias. Puedes hablar de tu vecino, del finde pasado, de los viejos amigos que ya no ves. Puedes hablar de amor, de dolor y muerte, de los dibujos animados que te marcaron, de las fechas que recuerdas. Los cumpleaños y teléfonos, pocos. Puedes hablar del mayor cambio de tu vida o del detalle más absurdo, de lo que haces mañana o lo que hiciste hoy. Puedes hablar de ti o de otros, o de ti con esos otros, o frente a ellos. O frente a otros ellos. Puedes hablar de soberanía, de logros deportivos o del ranking de Forbes, del último tuit de fulano o de la enfermedad del primo de mengano, presto al morbo. Puedes hablar de la virtud latente en cada vicio; viceversa. Puedes hablar de adolescentes de cadera rota y carmín envejeciendo al ritmo de la cámara del móvil, o de diosas en revistas trazando el camino. Puedes hablar de la caída del Muro, la del cabello o la del Ibex. Puedes hablar de todo, puedes hablar de lo que quieras. Y sin embargo te callas… O peor, no dices más que tonterías.

05 mayo, 2014

LA MONTAÑA ROSA


A Laura

La primera vez que Otto visitó la ciudad de Gaimén, una imagen se grabó para siempre en su memoria. Le embargó una excitación desconocida, un escalofrío interno ante la visión de aquella gigantesca cúpula rosa acabada en punta. Era diez, doce veces más alta que el mayor de los rascacielos circundantes. Los distritos, urbanizaciones y barrios se extendían en cinturones concéntricos hasta más allá de donde alcanzaba la vista.

Otto se acercó a preguntar a un par de transeúntes acerca de la identidad de aquel insólito monumento que dominaba la ciudad desde la altura. Para la gente de Gaimén, la cúpula era un icono más de la ciudad, un símbolo familiar, dulce, inofensivo.

Siguió preguntando en bares, tiendas y plazas, entrevistándose con extrañas gentes en esquinas sucias; quién lo construyó, a quién pertenece, qué alberga… Nadie pudo decirle nada útil. Sencillamente, todos estaban tan acostumbrados a su epicéntrica presencia que se habían olvidado del día en que ya no se preguntaron por la razón, el motivo por el que alguien había plantado aquella extravagancia en plena metrópolis.

Ahora, solamente Otto se hacía esas preguntas.

De donde era él, las cosas extraordinarias como aquello tenían siempre una historia detrás; en algún momento habían pasado a ser leyenda y la gente lo recordaba como parte de la cultura. Otto pensó que los monumentos servían para eso. Pero no, en Gaimén las cosas eran de otra forma. Sencillamente nadie sabía nada, lo que no hacía más que avivar su curiosidad.

Otto -que, por cierto, llevaba un larguísimo viaje a sus espaldas- reconoció consigo mismo que no había nada mejor que hacer aquella tarde. Había logrado vencer la pereza, el hambre y la sed. Se puso en marcha de nuevo, observando las selvas de bloques humeando en el valle. Enfiló el radio nº9, pie tras pie, caminando hasta el mismo centro de la ciudad: desde los barrios grises hasta los etéreos distritos comerciales, todo el camino fue un símil de la historia del cine, de Griffith a Cameron en dieciséis escenas. Otto caminó en línea recta durante horas, las manos en los bolsillos, atravesando los sucesivos cinturones urbanos de la ciudad como un voyeur solitario.

Llegó, por fin, a los pies de la gran cúpula, que a esa distancia ya no dejaba duda alguna: era de cristal. Los ojos de Otto iban creciendo en el reflejo a medida que se acercaba. Lo tocó con la mano y aplastó su rostro grasiento contra la superficie fría, tratando de ver qué misterios ocuparían el interior de aquella rareza arquitectónica. ¿Qué podría haber allí dentro? ¿Por qué nadie sabía nada? Y lo que más le intrigaba: ¿Dónde estaba todo el mundo?

No se había encontrado a nadie desde que dejara atrás los suburbios. Otto se sentó a pensar un rato. Sólo unos minutos, y luego se puso en marcha de nuevo, aunque no daba con un plan. Caminó pegado al borde de la montaña sin encontrar la forma de llegar al interior. Durante el trayecto fue topándose con hasta veinte tipejos, todos físicamente muy parecidos: pequeños hombrecillos de nariz ganchuda, envueltos en trajes de neopreno negro forrados de ventosas. Por los cuatro costados de la montaña rosa se lanzaban al cristal en pro de la cima.

Después de dar toda la vuelta, Otto volvió a mirarse en el reflejo y descubrió una grieta diminuta a unos palmos del suelo. Se acercó prudentemente y la observó de cerca. Miró a un lado, al otro, a su espalda; y, sabiéndose solo, lanzó el pie izquierdo con todas sus fuerzas contra la cicatriz en el cristal. Se hizo daño en el pie pero nada más. A los cinco minutos, comenzó a llover leche.

Una cascada de líquido blanco y dulce fluyendo de la cima al suelo. Otto luchaba entre la confusión sin poder mantenerse en pie, respirando bocanadas de aire y leche fresca. Cuando cesó la descomunal cascada, la pequeña grieta se había convertido en una asombrosa abertura de entrada a la montaña. Otto se frotó los ojos, arqueó las cejas e inspiró profundamente.

Todo estaba vacío. Dentro de la gran cúpula no había gente, ni oficinas, ni comercios; ni siquiera había columnas, ni pisos, ventanas o puertas. El interior de la montaña era una gigantesca carcasa vítrea, completamente diáfana, coronada por una gran válvula marrón. La luz del atardecer se filtraba ya levemente, instaurando la penumbra. La formidable perspectiva desde allí abajo eventualmente hizo tropezar a Otto, que por primera vez reparó en la naturaleza del suelo.

Se vio caminando sobre un mar de cables, hilos de todos los tamaños, dueños y colores. Mientras tanto, la fisura en la cúpula fue sellándose por sí misma hasta desaparecer y, de repente, sobrevino la oscuridad en el almacén de cables.

Todas las aficiones y los miedos, el consumo, las necesidades, preocupaciones, expectativas y sueños de los ciudadanos de Gaimén empezaron a surgir en la penumbra. Se encendían durante breves instantes, como cientos de fantasmas proyectados contra la nada a los ojos de Otto, clavado en el centro como un dardo ganador. Hologramas de la gente, una por una, revelándose ante la cámara durante unos segundos para luego esfumarse a media palabra; cientos de rostros relatando su historia, aparentemente sin ser escuchados. ¿Qué significaba eso? ¿Qué hacían allí, mostrándose intermitentes, todas aquellas imágenes de archivo de los ciudadanos de Gaimén? Por un momento, a Otto todo aquello le recordó a una asamblea de fantasmas, igual que una de un libro que había leído de niño. “Qué se supone que es todo esto…” se preguntaba Otto una y otra vez. “¿…una pesadilla?”

Una alarma comenzó a rugir con violencia bajo la montaña, en cuya oscuridad brotó una hilo de luz blanca desde lo alto. Otto pudo ver que unos cuantos de los hombrecillos de nariz ganchuda habían logrado conquistar la cima de la ubre y bullían agitados alrededor de la gran válvula. La alarma cesó de golpe. Entonces, un gigantesco chorro de leche salió disparado de la punta, cruzó el cielo y apagó el Sol. El mundo entero quedó a oscuras y el silencio alcanzó el último rincón de la ciudad.

En poco tiempo, las calles de Gaimén brillaban inundadas por miles y miles de metros cúbicos de leche que anegaron la ciudad y sembraron el desastre, especialmente en zonas bajas. Con el tiempo la gente acabó volviendo a hablar entre sí, incluso surgieron leyendas conversaciones clandestinas a dos y tres bandas. Lo que nadie volvió a ver es el Sol. Todo se hizo, desde entonces, a la luz de la Luna.

23 abril, 2014

EL MORFEMA SALVAJE


El morfema salvaje escupe tildes cada tres hiatos, entre coma y coma se echa al suelo y, cuando dan punto final, se recuesta bajo un árbol a hacer recuento de la mañana en el hipódromo. El morfema salvaje caza anglicismos por pura diversión, luego no se los come. Su alimentación se basa en pequeños adjetivos cartilaginosos y excremento de declinación. También caza crías de rimas asonantes y epítetos enfermos, frecuentemente abandonados por la manada en los páramos de la sintaxis. La fisionomía del morfema salvaje resulta de una flexibilidad de nivel avanzado, con un sistema adaptativo desarrollado durante milenios al que hoy se suma el auge mundial de las lenguas aborígenes de la cuenca del Amazonas, cuyo uso del morfema salvaje es bien conocido por todos. La popularidad del morfema salvaje en los principales mercados de divisas es tan histórica como inaudita; sin embargo, la población de morfema salvaje se ha visto masivamente afectada por una ola de drogadicción a los psicofármacos que neutraliza y restringe la flexibilidad y adaptabilidad de cada morfema como unidad morfológica. 

21 abril, 2014

EL BOSTEZO TARDÍO DE COLA ESTRECHA


El bostezo tardío de cola estrecha –del latín suspiratus finitae- podría eliminar todo un pelotón de soldados en menos de lo que dura la credibilidad de una excusa mal planteada. Según una la leyenda local, en el siglo pasado un batallón americano  se batía por la zona cuando se topó con la presencia de un macho adulto de bostezo tardío que los eliminó sin que pudieran llegar a verlo. De ahí, que el suceso no haya pasado de leyenda pese a la desaparición del batallón yankee.

En contraste con tales mitos, la comunidad científica coincide en definir a los bostezos tardíos de cola estrecha como seres mansos y ermitaños, mayoritariamente huidizos y, en su mayoría, proclives al desarrollo de desórdenes mentales de lo más variopinto propiciados, en gran medida, por ese mismo carácter antisocial. Su principal alimento es el zumo de traumas que al alba gotea de los techos y las vallas de los polígonos. También obtiene sustratos y minerales de las comisuras de los niños buenos y los gatos recién nacidos.

En un zoo de Tennessee, en el condado de Tennessee, conservan una fotografía de una cría de bostezo tardío que se escindió de si misma -para volver a unirse al rato- justo enfrente de la jaula de la jirafa.

Cuando sale el sol, el bostezo tardío de cola estrecha se refugia entre las notas de los acordeones agridulces que se arrastran por la garganta de los adultos sin llegar nunca a remontar la corriente faringítica hasta que al fin su anfitrión se va a dormir.

El saludo de cabeza del bostezo tardío ha sido traducido a más de 187 lenguas, siendo una de las especies amenazadas con más búsquedas en Amazon.

29 marzo, 2014

MUY CERCA



Estuve durante un rato en silencio para poder oír bien. Insultos, gritos, sillas arrastradas, impactos amortiguados, ceniceros rotos… Después de media hora pensé que era una suerte seguir oyendo los aullidos de aquella joven desconocida. Quería decir que, al menos, seguía viva. Al final me acostumbré a ellos. Un rato después volví a poner la oreja. Eran carcajadas y la tele lo que sonaba en casa de los vecinos de abajo.

06 febrero, 2014

MALDITOS AFORTUNADOS




Anochece en el subsuelo. Rostros cansados tiran de maletines y mochilas, camino de la fila que los lleva a casa. En el Intercambiador de Avenida de América siempre es de día. Para otros, todos los días es de noche. Supongo que depende de si vas o vienes.


Un manto negro se transforma bajo el hormiguero; estirándose, contrayéndose, volviendo al principio. Nos deslizamos veloces y estáticos por las escaleras mecánicas, en itinerarios mecánicos, con reflexiones mecánicas. En realidad, no se produce ningún intercambio.
No es apatía, no es egoísmo ni misoginia; parece simplemente cansancio. Cansancio crónico, denso y oscuro como el hollín que se acumula en las paredes y en los conductos de ventilación. Los más neuróticos detectan el nerviosismo oculto bajo el agujero, tensión entre dos hombros que chocan para no volverse, para pasar de largo y franquear los tornos mirando la hora, como en modo avión, como de vuelta de todo.

Llega mi autobús, el mío, el de mi barrio. Para algunos el nacionalismo va por barrios. Mermelada de patrias en dársenas abarrotadas como congresos de la ONU, sin micros ni vasos de agua, sólo frases metálicas chillando en altavoces contra nuestros oídos sedados.

La muerte hace campaña electoral con los rostros derrotados de los supervivientes al transporte público diario. El cansancio de espíritu se propaga como pesticida a través de las miradas furtivas, involuntarias, que se cruzan por un segundo para distanciarse, quién sabe cuánto, hasta mañana. Subiendo o bajando, casi siempre dejándonos llevar por ese traqueteo febril que te invita a ensimismarte, a pensar profundo, si acaso te quedan fuerzas.

El autobús, un remanso de paz con olor a sobaco gigante. Los cristales resplandecen borrosos con los restregones grasos del cabello de quienes llegaron a casa un poco antes. Malditos afortunados… Un segundo más en esta jaula de halógenos y empiezo a matar gente inocente.

04 marzo, 2013

SOMOS







                 
                  Se nos va la raza,




                  no somos nada.




                  La fe se apaga.




                  Encendí la luz,




                  pero no entienden nada.





                  Se nos aplana el orgullo.




                  Nos botaron cual morralla,




                  calima de banlieue,




                  afiladas la lengua y la mirada




                  tras cada batalla.




                  
                  Perdimos la guerra




                  y peleamos por nada.




                  Pienso, mi frente cruje,




                  hay caos y frías miradas,




                  polvo en el parqué.





                  Suena un réquiem
                  de tormentas,




                  inmundo vals de armas,




                  egoísmos desenvainan,




                  viejos gordos mandan




                  rentables batallones




                  a matarse por nada.





                  Matarse




                  como hermanos.




                  Matarse




                  porque sí,




                  porque igual,
                  igual ganamos.




                  
                  Ansiando, sometiendo




                  y demás vicios humanos.




                  La especie más especial,




                  la de los racimos y el uranio,




                  la de Bob
                  y Brando.

18 mayo, 2012

BESTIARIO ( #721 - PARÉNTESIS RÚNICO )


El
PARÉNTESIS RÚNICO es una de las especies más extrañas de nuestro planeta. Habita en las sombras que hacen las farolas cuando amanecen las ciudades, y se alimenta de colillas y de exhalaciones nerviosas que suelta la gente que llega tarde al trabajo. El paréntesis rúnico es una especie de código de barras en 3D. Carece de brazos y piernas, aunque cuenta con una boca diminuta en el centro, en forma de raqueta de padel, por cuya mitad abierta resbala, cual corbata, una fina lengua de varios metros de largo. Al cumplir la mayoría de edad, el paréntesis rúnico muda su vocabulario y la lengua se le cubre de velcro –ó de la mitad suave de éste-. Gracias a esta mutación, el paréntesis rúnico adulto atrapa malos humos que obtiene del malestar generalizado y los convierte en petróleo refinado. El paréntesis rúnico, de la familia de los signos de puntuación, se perpetúa como especie mediante reproducción asexual, aunque no por ello abandona las poses de tipo duro, de ser-hecho-a-sí-mismo, con las que deambula orgulloso por la urbe, día y noche, en busca de la verdadera femme fatale -esa hembra autodestructiva que le lance una bocanada de humo en plena cara-. Pero la realidad actual para esta especie es delicada, pues no hay evidencias de que exista una verdadera femme fatale. Paralelamente a su búsqueda y mientras tanto, el paréntesis rúnico se entretiene coleccionando posavasos que encuentra en los alrededores del barrio de las Huertas y La Latina. Los recolecta a toneladas por entre las terrazas, toneladas que luego usará para la construcción de grandes palacios secretos en las llamadas ‘regiones vírgenes’ del planeta -a modo de plan de pensiones-. Todo a través de complejos softwares de metaespeculación selvática. El paréntesis rúnico, como sus hermanos cirílico y hebreo, muda su carcasa vítrea cada 24 otoños y nunca vive más de 80 años humanos. Ninguna persona lo vio jamás, a mí me lo contó mi perro que se llama Dios y tiene más de dos mil años.

BESTIARIO ( #374 - COMEFLORES VOLADOR )



Durante los meses de invierno, el
COMEFLORES VOLADOR anida en lo alto de enormes baobabs centenarios en el África tropical; mientras que, en los meses estivales, migra a las cimas del Indu Kush, en el Asia central, en busca de nieve fresca para beber. El comeflores volador se alimenta de flores secas que recoge con su largo pico, en forma de tobogán trapezoidal, con el que es capaz de arrancar cientos de ellas de una sola vez -su sistema gástrico no digiere otra cosa-. El comeflores volador tiene una visión escatopédica que le permite detectar un prejuicio a cien kilómetros; y sus alas están cubiertas de un plumaje negro como fondo oceánico sobre el que, según la hora y la estación del año, la luz dibuja una rapsodia de reflejos amarillos, rojos o morados. Su particular, o mejor dicho, su heterodoxa forma de piar se asocia más a un ruido que a una forma de comunicación. Curiosamente, se tiene la creencia de que la exposición continuada al canto del comeflores volador induce a un estado de trance neuroléptico seguido de una pérdida total de pensamiento crítico y de memoria a medio y largo plazo. Según esta creencia popular, la llegada en 1897 de una expedición occidental habría desatado una lucha de dimensiones exosféricas entre el comeflores volador y el hombre blanco, de cuyo desenlace no existe constancia empírica que pueda arrojar algo de luz sobre la intensa producción del imaginario local. Meses más tarde se inventó la publicidad.

09 noviembre, 2011

CINE. DIFERENCIALES DEL 7º ARTE

          El propósito del hombre por captar la realidad en que vive ha venido siendo una constante desde tiempos del ‘graffiti rupestre’ paleolítico, bien para comprenderla mejor, bien para servirse de dicha realidad como un pilar sobre el que apoyarse para construir un mensaje claro, contextualizado y reconocible por los demás. De este modo se han ido sucediendo nuevos escalones que nos han ido dotando de más y más medios de expresión, desde la escultura a la radio, hasta llegar al cine. Pero, ¿acaso cree el cine ser el último escalón evolutivo en esta carrera por expresarse? Resulta poco fiable vaticinar que no vayan a surgir en el futuro nuevas formas de expresión superiores en matices al cine, lo que sí parece innegable es el punto de inflexión que el nacimiento de este medio supuso y aún supone en el bagaje comunicativo experimentado por el hombre desde sus inicios.

          El cine sirve para satisfacer el hambre de contar o escuchar historias, pero mucho más sirve para agarrar con las manos un ambiente en un lugar y período precisos y, mediante su reconstrucción, expresarse. Y conviene reincidir en lo dicho, un lugar y período precisos, puesto que es a esto, en gran medida, a lo que el cine debe su grandeza.

          Mientras que la arquitectura o la pintura juegan con el componente espacial de aquello que se quiere inmortalizar, otros medios expresivos como la música o la literatura se despliegan en el tiempo, haciendo de éste su componente nuclear e insustituible. El cine, en todo su desarrollo actual, ha logrado exprimir hasta el extremo las posibilidades de un medio que aúna componentes espaciales y temporales o, dicho de otra manera, ha aprendido a manejar los códigos de la pintura, la escultura, arquitectura, la danza, la música y la literatura, y juntarlos todos bajo sus propias disposiciones como medio, aprovechándose del potencial de todas a la vez.

          En este sentido, también conviene recordar que todo este desarrollo experimentado por el medio cine se ha ido produciendo en paralelo, a menudo en íntima relación, al momento histórico, un momento –llamemos así al último siglo- en que la representación icónica ha cobrado una desfasada atención en detrimento de otras formas como la escrita. Buena cuenta de ello pueden dar en el mundo de la publicidad, del mismo modo que el cambio experimentado en los hábitos relativos al ocio. Piénsese, sin más, en la frecuencia de lectura lúdica de las generaciones hoy adultas cuando eran niños, y compárese con la frecuencia de lectura de sus hijos, o con las horas que éstos emplean en televisión, videojuegos, películas… en definitiva, imagen. El cine facilita en muchos aspectos ese trabajo de decodificación que todo receptor debe realizar para comprender lo que se le transmite, por cuanto que la imagen siempre es más directa, más evidente y más llamativa.

          De la suma de todos estos puntos comentados surge la certeza de que el cine es un medio con unas capacidades expresivas prácticamente inéditas en toda la experiencia humana, y de ahí, por ende, su asombroso encanto, su ya asumida fama.

20 abril, 2011

LA DAMA KITSCH


Aquel vestido blanco eran tormentas de merengue gaseoso, bocanadas de un pastel horneado para trastabillar civilizaciones, para dilapidar longevas tradiciones. Bajo el ferroso corsé, instituido en modo censor sobre la tersura ideal de sus senos de nube y vino blanco, el hirsuto paño de efervescencia se diluía caderas abajo entre insinuaciones, sombras e incertidumbre de todos los colores. Envuelta en su manto como un ángel futurista, sola en su palacio de hiel, posando por los siglos en espera de cualquier algo. Cada nota, cada rayo de sol era atrapado sin remedio en la exosfera de cabellos, centinelas de su rostro cerámico, legionarios de su virtud. De modo que jamás llegó el tiempo, ni la suerte, ni tampoco la alegría a traspasar los contornos de la que sería Hilda a la postre. Anclada a su deidad de erotismo azabache vio pasar los días, subiendo y bajando las escalinatas de palacio, paladeando la eternidad diagonal y traicionera, la decrepitud de comisuras y el triste silencio hasta que el tacón venció y llamaron a la muerte que, cuando quiso llegar, no vio más que un gigantesco estanque con peces...

11 abril, 2011

RAMAS

Qué ocurre cuando el autobús se para,
qué pasa si la caricia se queda en la mente,
cuales son las ilusiones que nos hacen grandes,
cuáles los errores que nos matan,
quién sabe cómo perderle el miedo a la muerte,
cómo sé que soy feliz.

Enigmas e incertidumbre,
puré de soledad,
ramas en mis ojos.

Siempre pensando que un día serás
lo que nunca has visto y a cada momento observas, pero qué ilusionante es el sol de la mañana,
cuánto complace el gris de la tarde,
cómo embelesa el azul de la noche.

La vida es un happy hour de formol,
la vida roba horas, destruye, devora y controla.

El tiempo que seduce y reduce,
que roba atención al primer descuido.
Brinda conmigo