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08 junio, 2014

PEDRO Y EL LOBO


La enésima vez que Pedro llegó al pueblo con el cuento del lobo, los vecinos ya no le creyeron. Se mofaron de él y algunos del fondo hasta le increparon y agredieron con piedras. Pedro se volvió al prado por donde había venido, a buen trote y sangrando de una ceja. Se quedó pensando bajo un manzano. Estaba dolido por el ridículo.

A la mañana siguiente el pueblo entero se reunió en la plaza con inédita urgencia. A uno le habían devorado dos ovejas, a otro seis gallinas, al molinero le habían desaparecido los asnos y a su vecino de enfrente le habían descuartizado la mula. Había uno al que los demás miraban con desdén, pues no le faltaban más que un par de azadones. Todos tenían un grito que lanzar al aire y rápidamente cundió el miedo y la ira en el pueblo.

Organizaron una partida para peinar la zona, armados con tridentes y antorchas, a la caza de lo que creían un lobo. Caminaron durante días, semanas, convencidos de la necesidad de acabar con el monstruo si querían recuperar su preciada paz de meseta. Algunos cayeron enfermos por el camino hasta que, por fin, un buen día lo encontraron.

Muy al revés de la imagen que de él había ido formándose a base de burdos rumores, el lobo vestía de traje y corbata. Llamaba insistentemente al timbre de una bonita casa de ladrillo rojo. Abrieron la puerta tres pequeños cerditos con sendos chándals a juego. Pedro sacó un folleto de su maletín y comenzó a recitar de memoria. Los vecinos aguardaban ocultos en el bosque, preparados ya para el ataque cuando los mellizos invitaron al lobo a tomar té.

Aquí un cuento se acaba y otro empieza. Cualquier posible relación es arbitraria.

Peter fue un niño toda su vida y vivió a lo Gatsby. Convivía con la polémica. Llegó a hacerse una película de dibujos animados, producida por la ex jefa de prensa del mismísimo Mr. Wolfgang, alias "el lobo", en la que se ilustraban los escarceos de Peter con la pedofilia y el tráfico de menores. Años más tarde un cable del CNI desvelaría cuantiosas pruebas de las relaciones entre Pedro y el Lobo. Cohecho, tráfico de influencias, tratos de favor… La popularidad de Peter cayó un 26% según las encuestas. Lástima que, por entonces, todos los delitos hubieran prescrito. No obstante, sufrió escraches.

Posteriormente, ante las cámaras de los grandes medios, Peter y el señor Wolfgang afirmarían con total rotundidad y desde atriles distintos que todo aquel complot mediático no era más que una burda y peligrosa mentira orquestada para acabar con ellos.