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09 noviembre, 2011

CINE. DIFERENCIALES DEL 7º ARTE

          El propósito del hombre por captar la realidad en que vive ha venido siendo una constante desde tiempos del ‘graffiti rupestre’ paleolítico, bien para comprenderla mejor, bien para servirse de dicha realidad como un pilar sobre el que apoyarse para construir un mensaje claro, contextualizado y reconocible por los demás. De este modo se han ido sucediendo nuevos escalones que nos han ido dotando de más y más medios de expresión, desde la escultura a la radio, hasta llegar al cine. Pero, ¿acaso cree el cine ser el último escalón evolutivo en esta carrera por expresarse? Resulta poco fiable vaticinar que no vayan a surgir en el futuro nuevas formas de expresión superiores en matices al cine, lo que sí parece innegable es el punto de inflexión que el nacimiento de este medio supuso y aún supone en el bagaje comunicativo experimentado por el hombre desde sus inicios.

          El cine sirve para satisfacer el hambre de contar o escuchar historias, pero mucho más sirve para agarrar con las manos un ambiente en un lugar y período precisos y, mediante su reconstrucción, expresarse. Y conviene reincidir en lo dicho, un lugar y período precisos, puesto que es a esto, en gran medida, a lo que el cine debe su grandeza.

          Mientras que la arquitectura o la pintura juegan con el componente espacial de aquello que se quiere inmortalizar, otros medios expresivos como la música o la literatura se despliegan en el tiempo, haciendo de éste su componente nuclear e insustituible. El cine, en todo su desarrollo actual, ha logrado exprimir hasta el extremo las posibilidades de un medio que aúna componentes espaciales y temporales o, dicho de otra manera, ha aprendido a manejar los códigos de la pintura, la escultura, arquitectura, la danza, la música y la literatura, y juntarlos todos bajo sus propias disposiciones como medio, aprovechándose del potencial de todas a la vez.

          En este sentido, también conviene recordar que todo este desarrollo experimentado por el medio cine se ha ido produciendo en paralelo, a menudo en íntima relación, al momento histórico, un momento –llamemos así al último siglo- en que la representación icónica ha cobrado una desfasada atención en detrimento de otras formas como la escrita. Buena cuenta de ello pueden dar en el mundo de la publicidad, del mismo modo que el cambio experimentado en los hábitos relativos al ocio. Piénsese, sin más, en la frecuencia de lectura lúdica de las generaciones hoy adultas cuando eran niños, y compárese con la frecuencia de lectura de sus hijos, o con las horas que éstos emplean en televisión, videojuegos, películas… en definitiva, imagen. El cine facilita en muchos aspectos ese trabajo de decodificación que todo receptor debe realizar para comprender lo que se le transmite, por cuanto que la imagen siempre es más directa, más evidente y más llamativa.

          De la suma de todos estos puntos comentados surge la certeza de que el cine es un medio con unas capacidades expresivas prácticamente inéditas en toda la experiencia humana, y de ahí, por ende, su asombroso encanto, su ya asumida fama.