TRASLATE

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08 mayo, 2018

PILOTO AUTOMÁTICO


     Me levanto cada día y,
     democratizada la Justicia,
     me lavo la cara.

     Democratizada la Educación,
     me apuro las uñas.

     Democratizado el Transporte,
     perfumo cuello y muñecas.

     Democratizada la Moda,
     bajo la calefacción.

     Democratizado el Diseño,
     entorno las persianas.

     Democratizado el Turismo,
     preparo la mochila.

     Democratizado el Éxito,
     me ato los cordones.

     Democratizada la Paz,
     activo la alarma.

     Subo al ascensor,
     saludo con las cejas
     y dicen que mañana
     vienen más lluvias.
     Los agricultores contentos...

     Democratizado el amor,
     abro el paraguas
     ajusto cremallera
     y salto al océano
     sin casi despedirme.

11 mayo, 2014

EL PRIMER BESO


Cerraron los ojos a la vez y se acercaron despacio, cogidos de la mano bajo el viejo castaño. El recreo bullía en un segundo plano con los gritos de los apostadores de tazos, los versados en liebre o los reyes del futbito -entre otros muchos-, repartidos por el patio en pacífica coexistencia.
A
Ellos estaban al margen, al fondo, en la zona prohibida. Siguieron acercándose más y más, muy despacio, hasta que sus diminutas bocas colisionaron en un beso. El primero de Bea. Qué guapo era Jorge, el que más de la clase. Bea sucumbió a una sonrisa desconocida, rara, mayor. También le había quedado un regusto a caucho en los labios. Abrió los ojos y se vio sola bajo el viejo castaño. Quiso otro beso pero ni rastro de Jorge.
A
Empezaron a oírse gritos en el arenero. En unos minutos todo el patio estaba allí curioseando. También Bea se acercó a ver qué pasaba, saboreando todavía en ese sabor a caucho lejanamente familiar. Aún le dolían los labios por culpa de los brackets de Jorge, pero era tan guapo… Y con esos ojos, tan azules…
A
En el epicentro del griterío, una rana gorda y fea planeaba la huida entre el alboroto de manos y cubos y abrigos, brincando hacia el despacho del director.

Inmediatamente Bea se exculpó consigo misma de haber convertido a Jorge en un sapo. En fin, ¿cómo iba a saber ella que lo del beso funciona también en la vida real? ¡¡¿¿y al revés??!!

Como llegara a oídos de don Ángel, se la iba a cargar entera. La castigarían, llamarían a sus padres y también ellos la castigarían. Total, por un beso.
A
Mayores y pequeños perseguían a la rana hasta la entrada del aulario, vociferando y empujándose como posesos. Bea fue sorteando a unos y otros hasta llegar al origen. Enganchó la rana de un certero agarrón y lo primero que hizo fue mirarla a los ojos, por si se deshacía el hechizo, pero no. Ni siquiera los tenía azules. Bea dudó un instante acerca de la diferencia entre las ranas y los sapos; luego salió del tumulto entre las quejas de los mas mayores, indignados por la repentina interrupción del escarnio. Uno de ellos le quitó la rana de las manos y, con una mueca de placer, cargó el brazo con todas sus fuerzas. Bea se desvaneció ante la imagen del pobre Jorge proyectado a esa velocidad contra la pista de baloncesto.

A
De pronto todo era oscuridad y Bea creyó escuchar que la llamaban desde lejos.

Doña Úrsula golpeó varias veces en la mesa con el dorso del borrador, pronunciando cada vez más alto el nombre y los apellidos de Bea, que dormía plácidamente sobre sus pequeñas manos llenas de pulseras de colores. En el pupitre contiguo, Rubén le soltó un codazo entre risas nerviosas. Por fin Bea sacó la cabeza de entre los brazos, roja de vergüenza, y continuó leyendo en voz alta por donde Doña Úrsula le indicó.
A
Leyó sin ganas de leer, deseando estar aún dormida, sin bobos al lado pintándole el estuche o rompiéndole las ceras. Mejor estaría allí fuera,  bajo el árbol, besándose con Jorge.

Aunque fuera un sapo.

18 abril, 2014

LOS DESMEMORIADOS


Ella había cumplido un mes sin fumar y me pidió una calada. Unas caladas. Le dije que sí, aunque era que no. En efecto, para cuando tiré el cigarro, ella ya había olvidado sus caladas, su ración de humo. Por fin supe que había dado con la horma de mi zapato. La quise para siempre, aunque ahora mismo no recuerdo su nombre.

17 abril, 2014

15 febrero, 2014

MI QUERIDA SVETLANA


Por fin te escribo. Llevo semanas sin quitarme esto de la cabeza y ha llegado el momento de abrirte mi corazón definitivamente. Creo que no he sido muy claro en mis intenciones y me siento en la obligación de informarte como es debido. Creo que ha llegado la hora de dar un paso más y formalizar un poco todo esto, yo me siento más que preparado y espero que tú también.

Ya sé que no te gustan las flores, ni los bombones, ni los pintauñas del Mulaya. Tampoco te gustan los retratos a carboncillo, ni los paraguas de Hello Kitty, ni el café con azúcar. Entendido todo eso. Joder, café sin azúcar… Bueno, que ya lo he asumido y no me importa. No me enfado. Deben ser excentricidades de tu cultura y yo las respeto a muerte, con dos cojones.

Pero una carta, Svetlana, una carta no puede no gustarte. ¿En qué país del mundo no es una carta lo más romántico que puede recibir una mujer de un hombre? Huélela, le he echado unas gotas de Brummel.

Te escribo porque hoy es San Valentín, patrón de los amantes, los apicultores y los epilépticos. Déjame entrar y charlamos cuando no tengas clientes que atender. Si es que sí, estoy en la acera de enfrente. No tienes más que levantar la mano. Sino entenderé que no quieres verme, pero que sepas que me vas a romper el corazón. Y ya no volvería nunca más, ni a hacer fotocopias ni a recargar el móvil ni a nada.

Siempre tuyo,
Anónimo