El morfema salvaje escupe tildes cada tres
hiatos, entre coma y coma se echa al suelo y, cuando dan punto final, se
recuesta bajo un árbol a hacer recuento de la mañana en el hipódromo. El morfema salvaje caza anglicismos por
pura diversión, luego no se los come. Su alimentación se basa en pequeños adjetivos cartilaginosos y excremento de declinación. También caza crías de rimas asonantes y
epítetos enfermos, frecuentemente abandonados por la manada en los páramos de
la sintaxis. La fisionomía del morfema salvaje resulta de una flexibilidad de
nivel avanzado, con un sistema adaptativo desarrollado durante milenios al que hoy se
suma el auge mundial de las lenguas aborígenes de la cuenca del Amazonas, cuyo uso del morfema salvaje es bien conocido por todos. La
popularidad del morfema salvaje en
los principales mercados de divisas es tan histórica como inaudita; sin embargo, la población de morfema salvaje se ha visto masivamente afectada por una ola de drogadicción a
los psicofármacos que neutraliza y restringe la flexibilidad y adaptabilidad de cada morfema como
unidad morfológica.