La chica miraba al perro, el perro a su dueño y
éste a la chica. Había empezado a llover y se encontraron juntos al cobijo de un soportal
cualquiera. Ahora la chica miraba al chico, éste a su perro y el perro a la
chica. Hubo un acercamiento, por momentos llegaron a quererse pero volvió a salir el sol y la chica se largó arreglándose el pelo. Al chico le dolió esa última mirada entre miedo y desprecio. Cogió al perro en brazos, cerró el paraguas y decidió seguirla.