TRASLATE

25 abril, 2014

MIERDA


Vaya mierda, Paco… Ya te puedes empezar a cuidar, ¿eh? Así no vamos a ningún lao… Venga beber to las noches pero es que ya ni te emborrachas. Valiente personaje… Y luego no eres capaz ni de improvisar un poco, no sé, buscarte la vida, colarte en alguna trama de intriga, buscar un papelito de secundario…

Yo sólo te digo que ya puedes espabilar, vamos, hacer algo que enganche al lector. Yo solo no puedo, ya te lo digo. Por más que distribuya comas por la frase, a ver si alguien se engancha, así no hacemos nada. Normal que los demás narradores se larguen. Mírate, si es que parece que te da igual…

Ye hincas la botella. inverosímil, digno de estudio. Ahora purito, pornete y punto pelota. Qué poca ambición, desde luego. Al final me lo acabas pegando, como siempre. De verdad que siento pena. To el día en chándal, los pelánganos de la nariz, mordisqueando el mando de la tele, ¿con la gorra del Madrid...? Pero Paco, si tú eres del Sevilla.

Ya podrías salir un poquito a la calle, ver mundo, que vas pegao a un bar desde que sales del curro. Date una vuelta, pipea un poco, fíjate en los demás, coño. El resto de personajes tiene su propia vida, sus matices, su arco de transformación… Esto es así, aquí el más tonto tiene su meta concreta, sus contradicciones, sus claroscuros. Algunos hacen deporte… Otros tienen trabajos estimulantes… O viven experiencias al límite. ¿Pero tú?

Y mira que tienes opciones, ¿eh? Que te podrías elegir -qué sé yo- un papelito corto, te instalas en un estereotipo resultón, así, viril, de los que a ti te gustan. Igual hasta meterte en alguna serie histórica de esas que dan ahora por la tele, a darte de espadazos a pecho descubierto. Eso se paga bien. Pero tú, qué va. Eres un cagón. Fútbol, motores y cubatas: sota, caballo y rey: Interviú, La Razón y Marca. Si por lo menos tuvieras el valor de reconocer cuando te engancha la epifanía… Y la afrontaras... Pero nada. Eres más duro que una piedra, eres débil. Cada mañana lo mismo y cada noche lo contrario.

Yo no sé, Paco… Quizá el problema no seas tú, sino yo. Puede que necesites otro narrador, esto ya no tiene ningún sentido. Yo lo he intentado pero... No puedo seguir así, tratando de cambiarte a ver si, así, algo cambia. Yo, de verdad...

En fin, como no dices nada… mejor me 

23 abril, 2014

EL MORFEMA SALVAJE


El morfema salvaje escupe tildes cada tres hiatos, entre coma y coma se echa al suelo y, cuando dan punto final, se recuesta bajo un árbol a hacer recuento de la mañana en el hipódromo. El morfema salvaje caza anglicismos por pura diversión, luego no se los come. Su alimentación se basa en pequeños adjetivos cartilaginosos y excremento de declinación. También caza crías de rimas asonantes y epítetos enfermos, frecuentemente abandonados por la manada en los páramos de la sintaxis. La fisionomía del morfema salvaje resulta de una flexibilidad de nivel avanzado, con un sistema adaptativo desarrollado durante milenios al que hoy se suma el auge mundial de las lenguas aborígenes de la cuenca del Amazonas, cuyo uso del morfema salvaje es bien conocido por todos. La popularidad del morfema salvaje en los principales mercados de divisas es tan histórica como inaudita; sin embargo, la población de morfema salvaje se ha visto masivamente afectada por una ola de drogadicción a los psicofármacos que neutraliza y restringe la flexibilidad y adaptabilidad de cada morfema como unidad morfológica. 

21 abril, 2014

EL BOSTEZO TARDÍO DE COLA ESTRECHA


El bostezo tardío de cola estrecha –del latín suspiratus finitae- podría eliminar todo un pelotón de soldados en menos de lo que dura la credibilidad de una excusa mal planteada. Según una la leyenda local, en el siglo pasado un batallón americano  se batía por la zona cuando se topó con la presencia de un macho adulto de bostezo tardío que los eliminó sin que pudieran llegar a verlo. De ahí, que el suceso no haya pasado de leyenda pese a la desaparición del batallón yankee.

En contraste con tales mitos, la comunidad científica coincide en definir a los bostezos tardíos de cola estrecha como seres mansos y ermitaños, mayoritariamente huidizos y, en su mayoría, proclives al desarrollo de desórdenes mentales de lo más variopinto propiciados, en gran medida, por ese mismo carácter antisocial. Su principal alimento es el zumo de traumas que al alba gotea de los techos y las vallas de los polígonos. También obtiene sustratos y minerales de las comisuras de los niños buenos y los gatos recién nacidos.

En un zoo de Tennessee, en el condado de Tennessee, conservan una fotografía de una cría de bostezo tardío que se escindió de si misma -para volver a unirse al rato- justo enfrente de la jaula de la jirafa.

Cuando sale el sol, el bostezo tardío de cola estrecha se refugia entre las notas de los acordeones agridulces que se arrastran por la garganta de los adultos sin llegar nunca a remontar la corriente faringítica hasta que al fin su anfitrión se va a dormir.

El saludo de cabeza del bostezo tardío ha sido traducido a más de 187 lenguas, siendo una de las especies amenazadas con más búsquedas en Amazon.

19 abril, 2014

MARÍA


A María empezó a crecerle la barriga un día de finales de marzo mientras almorzaba con sus amigas. Entre chisme y chisme, de pronto su vientre comenzó a hincharse ante la sorpresa de las otras mujeres. Un murmullo surgió en alguna de aquellas bocas masticantes de ojos cómplices y la noticia se propagó.
María sabía que no estaba embarazada. No podía estarlo pues, como todo el mundo sabía, era la única mujer del pueblo que aún no había probado hombre. De ello se lamentaban sus padres, que no veían la forma de desposarla con nadie; simplemente, ningún hombre la quería. Periodistas, maleantes y curiosos de toda la comarca se acercaron atraídos por el morbo. Aquella barriga virgen crecía cada día un poco más sin que nadie reclamara la paternidad del nonato.
Nueve meses después, María yacía tendida en la cama esperando a su hijo. Tras llantos, gritos y una pizca de placer, se lo pusieron en los brazos. En vez de un niño, había parido una religión.

18 abril, 2014

EL ÚLTIMO HOMBRE







El día que se descubrió todo, la condición humana aterrizó en un estado de colapso jamás visto. Lo primero fue la Bolsa, después las compañías de certezas, las PYMES, los grandes almacenes, las factorías de objetos y experiencias, los hospitales, las centrales energéticas… En efecto dominó, fueron cayendo las iglesias, los sindicatos, los ultramarinos, los negocios rurales, los quioscos, los centros psiquiátricos y de la tercera edad, las tascas de barrio, los museos…




En poco tiempo, el ocio y la enseñanza, tal y como se conocían, se convirtieron en un vago recuerdo, apenas un símbolo para algunos locos, de lo que muchísimo después se conocería como “los tiempos del bienestar desmedido” o la “era del déficit humanista”, según la corriente de pensamiento.

En las décadas siguientes, las cifras se cebaron con el Hombre: dos de cada nueve personas no cumplieron la mayoría de edad; tres de cada diez fueron desnudos toda su vida; uno de cada dos jamás probaría la carne y uno de cada tres, el agua limpia; cuatro de cada cinco no pudo jamás permitirse un hijo; y nueve de cada diez murió solo.

Más de cinco mil millones de personas fallecieron en poco más de veinte años. Los tres dieciseisavos restantes tuvieron que aprender a racionar los recursos, principalmente agua, comida y papel. Invariablemente, en poco tiempo se agotaron. La necesidad de repensar la estrategia global se impuso como una realidad en los rostros ajados de los últimos hombres.

En un pequeño pueblo de montaña, un viejo pastor disfrutaba de la soledad al margen del Apocalipsis, conversando con el rumor del riachuelo mientras recogía flores para un ramo. Llegado el momento, el viejo agarró el ramo y lo tiró a la zanja, dejándose caer tras unas breves palabras.

Desde entonces, el planeta prosiguió su marcha bajo la protección de las flores. Habrían de pasar miles de años hasta la siguiente crisis.

TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO


La chica miraba al perro, el perro a su dueño y éste a la chica. Había empezado a llover y se encontraron juntos al cobijo de un soportal cualquiera. Ahora la chica miraba al chico, éste a su perro y el perro a la chica. Hubo un acercamiento, por momentos llegaron a quererse pero volvió a salir el sol y la chica se largó arreglándose el pelo. Al chico le dolió esa última mirada entre miedo y desprecio. Cogió al perro en brazos, cerró el paraguas y decidió seguirla.

LOS DESMEMORIADOS


Ella había cumplido un mes sin fumar y me pidió una calada. Unas caladas. Le dije que sí, aunque era que no. En efecto, para cuando tiré el cigarro, ella ya había olvidado sus caladas, su ración de humo. Por fin supe que había dado con la horma de mi zapato. La quise para siempre, aunque ahora mismo no recuerdo su nombre.

17 abril, 2014

29 marzo, 2014

MUY CERCA



Estuve durante un rato en silencio para poder oír bien. Insultos, gritos, sillas arrastradas, impactos amortiguados, ceniceros rotos… Después de media hora pensé que era una suerte seguir oyendo los aullidos de aquella joven desconocida. Quería decir que, al menos, seguía viva. Al final me acostumbré a ellos. Un rato después volví a poner la oreja. Eran carcajadas y la tele lo que sonaba en casa de los vecinos de abajo.

18 marzo, 2014

PALOS, PIEDRAS Y PALABRAS


Pasado
m. Tiempo anterior al presente: Los dinosaurios vivieron en el pasado
Presente
adj. y m. [Tiempo] en que se sitúa actualmente el hablante o la acción: El presente es una incógnita
Futuro
m. Tiempo que está por llegar: En el futuro la ciencia y la tecnología harán posible lo imposible


~ * ~


ESTACIÓN CHAMARTÍN, ANDÉN 18 – AMANECER

El día en que Armando marchaba hacia el frente, los pájaros no acudieron a piar el alba. Genoveva, la madre de Armando, lo interpretó como un mal augurio, apoyada contra una de las altísimas columnas del andén, pero prefirió guardarse las supersticiones para sí misma. Ya nada lo separaba de cumplir, había llegado el día.

Jóvenes patriotas de verde oliva sellaban sus bocas contra preciosas jovencitas perfumadas, orgullosas de llorarles por la futura ausencia. Armando esperaba al margen de la muchedumbre, sentado en su petate, callado, con la mirada y la mente enredadas en aquella catenaria que los llevaría, a través de mil fronteras, hasta el frente ruso.

En el mundo de Armando las cosas importantes eran pocas y pequeñas. Las grandes ocupaban muy poquito espacio. La política, las grandes ideas, las ideologías… Le parecía que todo eso, lo que era a él, le influía poco o nada. Esas cosas quedaban muy lejos de su casa al pie del Manzanares. Él jamás en la vida se habría alistado para ir a Rusia a pegarse tiros -y de voluntario, menos- pero ya se había encargado su madre de que la quinta generación de Armando Guerra cumpliera con su compromiso histórico de servir a la patria. A Armando aquello le daba más o menos igual. Por ideales no era, pero igual después podría hacerse un hueco y acabar, quién sabe, de reservista. No era sensato descartarlo.

Lo de estudiar no le interesó nunca. Las Ciencias le parecían cosa de listos, y más aún, de listos pudientes; mientras que las Humanidades directamente le parecían inútiles e incomprensibles. Le hubiera gustado echarse una chavala, eso sí, y llevarla de paseo los domingos a la Gran Vía. Pero era muy feo –él lo sabía, como también sabía que no lucía mucho en porvenir como ayudante de ferretero–. En cualquier caso, así mejor. No tendría que despedirse de ninguna. Bueno, de mamá. Con tal de no contradecirla, Armando…, lo que hiciese falta. Ya pueden llover cantos en Rusia que, por no oírla…

Genoveva colocó una gruesa bufanda en torno al cuello de su hijo, se estiró sobre las puntas de esparto y lo besó en la frente hasta que el tren echó a andar. Genoveva arqueó una comisura al verlo marchar. El andén rompió en un sonoro aplauso de despedida a los héroes. Como todos los demás, Armando sacó el brazo derecho por la ventanilla y lo extendió en dirección al sol, al estilo de los buenos patriotas. El cielo se llenó de proclamas victoriosas y humo negro. Aquel día ni siquiera había sol y, muy en el fondo de sus pensamientos, Armando simplemente pensaba en el tiempo que pasaría hasta volver a ver un partido de su Atleti.

En ese mismo instante, la prima Lola rompía aguas en algún lugar del Parque de la Bombilla, dejando caer al barro un cántaro lleno de leche fresca.


~ * ~


ESTADIO VICENTE CALDERÓN, FONDO SUR – ANOCHECER

Salvador Guerra había apostado diez mil calas a que el Atleti ganaba en casa al Spartak de Moscú. Partido de vuelta de Semifinales de la Champions, las gradas rugían de ilusión aquel martes. Salva tenía un abono y la cabeza rapada. Después de acabarse una botella de Ballantine’s, entró al campo y cantó a pleno pulmón durante noventa minutos; ahí, al frente, con su familia deportiva.
El Atleti perdió tres a dos en un partido brusco y pobre. Sendas aficiones se citaron en la calle para el epílogo, bien dispuestos para soltar adrenalina, frustraciones y hostias. Salva llevaba un bate con la esvástica. Tiros ya no quedaban. La rabia de la derrota hacía salivar a los fanáticos rojiblancos como él, y los rusos no iban a ser menos. Los de casa esperaron bebiendo en las inmediaciones, esperando a que soltaran la liebre. Cuando la hinchada moscovita salió del estadio, comenzó la batalla.

Salva murió junto a un coche aparcado con el pecho hundido a golpes. Un mes después despertaría en La Paz, preguntando por las diez mil calas que tenía apostadas a la victoria del Atleti.


~ * ~

PARQUE DE LA BOMBILLA, CINE VERANO – NOCHE

Iván Guerra y su novia compartían la ensaladilla rusa a cucharadas entre las sillas vacías. Sería un martes o un miércoles, uno cualquiera, en el cine de verano de la Bombilla. No había nadie. Estaban ellos solos, cargados de zampe y cerveza. Se instalaron en el centro y cenaron a la fresca del Manzanares. Esa noche echaban una muy mala, la típica americanada, El último soldado o algo por el estilo.

Comando americano trasladado a país árabe para aniquilar infieles sufre emboscada modelo vietcong y mueren todos los guapos menos uno, el más guapo, que vuelve a su país como un héroe. A Iván le encantaba ese tipo de películas, le recordaban a su padre, a cuando le llevaba al cine y luego al estadio, a ver el Atleti con sus amigos. Más que recordar, Iván rememoraba una especie de versión dulce e hipertrofiada de su padre, formada a partir de las dos o tres imágenes mentales que conservaba de la infancia.

Iván quería ser rico a toda costa y cuanto antes, esa era la clave. Siempre había pensado que su padre desapareció para largarse a hacer dinero a algún otro sitio de Madrid o de España, seguramente lejos del río. Iván era potamófobo –fobia a los ríos– y, curiosamente, había vivido desde siempre frente a la ribera del Manzanares. Con el tiempo acabó construyéndose una extraña relación de amor y miedo entre ambos.

En cierto modo, su demencia estaba plenamente justificada. Cuando papá se fue, mamá se tomó una botella de DYC y se tiró al río. Iván estaba a escasos cien metros, en el mismo cine de verano donde ahora Julieta y él se metían mano como locos ajenos al discurso de Mark Whalberg. La noche en la que Iván se quedó huérfano echaron Lilith, una película de Robert Rossen sobre lunáticos y cascadas. Iván no paró de ver ríos durante más de dos horas pero no entendió nada de aquella película. Al llegar a casa, su madre no estaba. Tampoco lo entendió.

Cuando no se besaban, Iván miraba de reojo el escote de Julieta y se retensaba todo entero. La película transcurrió por los afluentes del patriotismo yankee hasta la última escena, en la que Whalberg recibía la tan ansiada condecoración por el coraje derrochado.

Detrás de la pantalla, entre un par de urinarios móviles, Iván y Julieta luchaban sin protección ninguna, diciéndoselo todo muy despacio desde los sótanos del Despacho Oval. Se oyó un largo quejido. A continuación, Morgan Freeman Obama concluía su discurso presidencial con una frase de agradecimiento a los miles de americanos que abandonaban sus casas para liberar al Mundo del integrismo y la tiranía ayatollah:

—Los palos y las piedras pueden romper nuestros huesos, pero las palabras rompen todos los corazones.

12 marzo, 2014

QUÉ MÁS DA


Bueno, bueno, bueno. Esta niña es tonta. Al final me mancha el chaquetón y la tengo que agarrar de los pelos. Juventud, divino tesoro…, verás, que como me hagas abrir la boca no sé como va a acabar esto… ¡Corchos! Ya me perdido otra vez… En fin, ni siquiera me estaba gustando; tanto Aureliano, tanto Arcadio… ya no sé ni de qué iba la historia. Y estos aparatos, de verdad, donde esté un buen libro que se quiten los nerbuc, hombre, por Dios… De verdad, oye, qué fatiga de Navidad, de regalos y de todo… Sigue leyendo, anda, sea por mirar a algún sitio… Al loro esa tía. Qué fuerte…, si le está babeando tol bolso a la vieja. Un poquito de orgullo propio, coño, y de autocontrol. Es que, ojo, qué castaña… Oy, oy, la hostia…, que me parto en cuatro, ¡qué jaleo lleva encima! Ésta se queda dando vueltas en la línea seis hasta mañana, verás. Vaya tela, vaya tela con la gente... No me la pego yo un martes desde hace yo qué sé. Puff, y ésa… Vaya cogorza lleva la amiga. Se lo ha debido pasar de miedo esta noche. Espera, si estamos a… ¿miércoles? Los martes son los nuevos jueves, Nacho, te estás haciendo viejo. Tienes que salir más… Bueno, bueno, pero si casi se sienta encima de la señora. Vaya trufa lleva... A que saco el iPhone y la grabo. ¡Toma!, y lo subo a twitter… Joder, es que está buenísima. Con ese vestidito apretado, esas medias… Si, sí, la cabrona está que se rompe. Qué taconazos… Con quién habrá pasado la noche. Desde luego, el pintalabios no se borra solo. Qué barbaridad. Y tan vulnerable, ahí, hecha un ovillo, regalándoseme... es que está para darla. Anda que el menda ese, también es para flipar, si es que…, vaya tela con la people. Qué descaro, se la está comiendo con los ojos, no pierde detalle el cerdo. Claro, ella no se cosca de la misa la media... De qué se va a enterar, si va hecha una mierda. Vamos, esto es…, ahí despatarrada con las tetas medio fuera; como para no estar el otro ahí, bien al loro. Cómo son los hombres, colega. Yo, de verdad… Coño, es que está buena, maja, está que se rompe la rubia. Porque va muy jodida, que sino le digo tres cosas… La señora ni se inmuta, no mueve un músculo, es alucinante. Le falta colgarse el ebook de la frente, o pff, comérselo. Bueno, bueno, que la rubia se despierta… A que le digo cuatro cosas, ahí, con tres pares de cojones… ¡Pero vamos...! Y el viernes me la calzo. Cinco pavos a que se baja en Moncloa. Si no se baja en Moncloa, se baja en Príncipe Pío. Si se baja en la mía, la digo algo… ¿Y si es hetero? Nunca sabes. Está tan sola… Definitivamente, a la señora se le están hinchando los ovarios, tiene toda la pinta. Se va a llevar un guantazo, ya se están mirando… ¡¡Aiba, mi madre!! Cuando lo cuente en la oficina no se lo creen. La cara de la pobre mujer es de #trendingtopic. No sólo la vomita encima, sino que luego va y le regala una rosa falsa. Qué imagen para empezar una mañana, increíble. Será cachonda, la tía… ¡¡¡Buajajajajajaja!!! El borracherón se lo pilló de vino tinto; eso, seguro. Y tú, yendo a clase de FOL, pedazo de sosa… ¿Cuándo fue la última vez que te cayó un martes en festivo, como aquí a la rubia…? Todo por cerrar la fiesta potándole el visón a una vieja. Qué tiempos… Seguro que tiene un montón de amigas y están todas tan buenas como ella. Olvídate, maja, ésta es tu parada. Va, Nachote, échale huevos. Venga, no te lo pienses. Con un par, tío… Que se está yendo, va… No jodas, hombre, si acaba de echar el hígado; no seas crío, anda, cómo vas a llegar tarde al trabajo. Te vas a perder esos pechámenes por pipa y por cagao. Flojo, que eres un flojo. Buah, pero si ya se ha ido. Si, total, ya… Qué más da.

21 febrero, 2014

ESCUELA DE DEMÓCRATAS


Un profesor calvo y chaparro golpea con la regla en la mesa, tratando de acallar el barullo de la clase. En la pizarra está escrita una pregunta: “¿¿¿Qué es la DEMOCRACIA???”

—Chsst, eh… ¡Felipín! ¡Jose Mari! A callar… —les riñe—. Vamos terminando, quedan tres minutos. Voy a salir un momento. No quiero escándalos. Juancar, muchacho, ven aquí. Te sientas en mi sitio y vigilas; al que se porte mal, me lo apuntas en la pizarra.

—A la orden, señor —certifica el muchacho, tenso y repeinado.
Camino a la puerta, don Francisco se topa con dos alumnos sacando punta en la papelera.

—Santiago y Manuel, Manolito y Santi… ¿Qué hacen hablando dos crápulas como vosotros, que estáis siempre a la gresca? ¿Qué tramáis? Venga a sentarse, coño. les riñe.

—Estamos concertando la hora y el lugar para la batalla final, señorísimo —dice Manolito.

—Después de clase, a las cinco y media en la plaza España… —añade Santi, admirando la larga punta de su lápiz—. ¡¡¡A morir de pie!!!

Don Francisco sale de clase enfurecido arrastrando a Santi por las solapas de la chaqueta. Manolito vuelve a su sitio, saca el ABC y se pone a recortar la silueta de Massiel de la portada. Desde el centro de la clase, Juancar se dirige a los demás palpando la regla. —Queridos compañeros, me llena de orgullo y sat…—. Una voz afeminada lo interrumpe desde el fondo. —¡¡Cállate ya, mastuerzo!! ¡Que eres un bobón!

Juancar da un respingo y se va corriendo a la pizarra. —Vale, Blas, te he oído. A don Francisco vas… —Juancar apunta el nombre de Blas—. Cada vez que hables, te apunto un corchete ¿eh? Y cada uno resta un punto en la redacción.

—¿Qué redacción…? —pregunta Blas.

—¿Cuál va a ser…? Pues ésa. —responde Juancar, señalando la pizarra.

—¿Y si no me da la gana de hacerla? ¿Qué tengo yo que escribir lo que opine yo de eso? Esto no es clase de historia, es política. Política de la peor que hay.

—Zi ya lo dice mi madre, metedze en cozaz de política no trae nada bueno… —apunta otro.

—Pues claro, Marianito. Tú, mejor, registrador de la propiedad, o asesor financiero. Algo chuli… —dice Josemari.

—Vosotros es que no atendéis cuando habla don Francisco ¿verdad? Es que seguís en tercero... La redacción hay que hacerla y aprobarla —repone Alfredín—. El que no la escriba, luego no puede votar las reglas de la Pronstitución. Las reglas salen de la votación de los textos, ¡a que sí, José Luis! —Joselu Rodríguez asiente en el pupitre contiguo.

—¿¿¿Cómo…??? —saltan Josemari, Blas y Albertito Ruiz. —¿La JONS-titución? —pregunta este último.

—La Constitución, lerdos. Hombre, por favor... Se trata de votar unas reglas de convivencia para todos los hombres y mujeres de este colegio. Empezando por nosotros, los de esta clase. —explica Felipín.

—Uy, qué redicho…, ¡ni que hubiera aquí chicas! —gimotea riendo Albertito. —¿Y esas reglas, por qué no las escribe don Francisco, que para eso es el director y le pagan?

—Porque eso ya no se vale, Bertín. ¿No ves que esto de la demogracia ahora está hasta en misa? —responde Josemari, a su lado. —Tú tranquilo, hombre. Son tres párrafos, lo hacemos en un periquete.

—Sí, hombre, sí… Pero que a mí no me la dan. Aquí ya nos van a imponer de todo…

El orejudo Manolín camina pesadamente desde la primera fila hasta la mesa de Albertito y le explica algo al oído. Éste asiente, asombrado y sonriente, suspirando. —Si es que sois unos penosos, ahí, toda la clase venga a escribir sandeces… —añade Blas desde la esquina, dirigiéndose al grupo de Felipín.

—Conciencia de clase, gilipuertas. Que no sabéis lo que es eso. Ya vendréis, ya… Y no os dejaremos ni las migas del bocata —contraataca Joselu Rodríguez, arengado por Alfredo. Sentado delante, Felipín se acerca a Joselu y le explica algo al oído. Éste alza las cejas asombrado, asintiendo con gesto pensativo.

En primera fila, Adolfito permanece neutro y concentrado, ajeno al griterío de sus compañeros. Adolfito practica la caligrafía de su firma una y otra vez en la esquina del pupitre hasta rayar el barniz.

Juancar pide silencio vanamente en el centro de la clase; primero, alzando insuficientemente la voz  entre las pandillas; y después, apuntando en la pizarra los nombres de los implicados. El ruido aumenta por momentos, Juancar persiste infructuosamente en sus intentos por acallar la clase. —Ehm… Esto… A ver… Oye, chicos…  —balbucea, no sabe cómo hacerse oír— ¿¿...por qué no os calláis??

Los muchachos hacen caso omiso a las órdenes del delegado de clase, que finalmente opta por acercarse al pupitre de su amigo Adolfo, a ver qué anda haciendo.

Las bolas de papel cruzan la clase de derecha a izquierda y viceversa, en un vaivén de salivazos que se corta de inmediato al sonar la puerta de la clase. Entra don Carlos, el jefe de estudios, con gesto de infinita gravedad.

—Muchachos… don Francisco… ha muerto. El hombre de excepción que, ante Dios y ante la APA, asumió la responsabilidad del más exigente y sacrificado servicio a este colegio, ha entregado su vida, día a día, en el cumplimiento de esta misión: educaros con el fin de que, el día de mañana, seáis vosotros los conductores de la carabela patria…

—¡¡¡Arriba!!! —vocea Blas, y collejea a Mariano, sentado delante.

—…y digo el día de mañana —prosigue don Carlos— porque, dadas las circunstancias, y ante la falta de profesor, serán ustedes enviados directamente al Bachillerato a partir de mañana mismo, sin pasar por B.U.P. ni hostias.

—Un momento, señor Arias —interrumpe Juancar—. Pero esto es un colegio. Un college, un lycee, una escuela. Aquí no hay Bachillerato…

—Qué ojo de lince tiene usted, don Juan Carlos. Lleva toda la razón. Aquí Primaria y poco más. A partir de mañana, deberán todos acudir a clase a la Carrera de San Jerónimo, frente a la plaza las Cortes. No se olviden de llevar corbata, estilográfica y portafolios. Y bien peinaos. Ah, y dígale a su padre… —concluye don Carlos, volviéndose a Juancar— …que la Dirección del Centro solicita urgentemente una reunión con su persona, en el marco de estas terribles circunstancias que nos sobrevienen.