El
suelo se muere,
esquilmado.
No hay paz
para el suelo helado.
No hay paz,
sólo un cielo gris,
un edén cerrado.
Huele a sopor,
a víspera de furia,
huele a feo desierto,
a sonido hambriento,
macabro.
El agua resbala
por las manos
atadas.
Pero volverá
la
lluvia redundante
a nuestros hombros
mojados.
Ya va la lluvia
redundante
en cabalgata
de llantos.
Cae.
Insistente,
consistente,
cae hielo.
Hielo que duele,
que mata.
Tras el viento
tallos yacen como sogas.
Malpara y aborta
el granizo lapidario
contra el odio que
brota.
El resto, necios
ignorando la
jugada,
muy sencilla:
bajo tierra no hay
miradas.
El suelo se ahoga
si no bebe nada.
El suelo se muere
y no pasa nada.
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